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miércoles, 19 de septiembre de 2018

A 33 años del Gran Sismo del 85




Reflexiones a 33 años de distancia del Gran Sismo del 85

Aquella mañana del 19 de septiembre de 1985 después de que cedieron los movimientos y sacudidas de la tierra el resultado fueron cientos de casas y edificios derrumbados y miles las construcciones dañados por las fuerzas desatadas de la naturaleza, el Gran Sismo derribó las estructuras de concreto como si de castillos de naipes se tratase, con un soplo colapsaron sobre nosotros sus moradores contándose en miles los muertos y víctimas del siniestro.

Aún no se asentaba el polvo y los ladrillos, cundió la alarma general, se escuchaban gritos y ayes de dolor, voces angustiadas clamaban y a lo lejos se escuchaba el ulular las sirenas de ambulancias y patrullas, la ciudad era un caos, como el de un hormiguero sobre el cual ha pasado una estampida de caballos.

Yo estaba allí junto con un centenar de compañeros residentes, bajo los escombros del edificio de la residencia de médicos del Hospital General de México, una construcción de 8 pisos que colapsó con las violentas sacudidas, claramente recuerdo como uno a uno cayeron sobre nosotros los cuatro pisos, pues estábamos en el cuarto nivel.

Mis compañeros médicos residentes del HGM me rescataron de bajo de los escombros, Abel Franco, Felipe Camarillo, y otros con palancas levantaban las pesadas estructuras para sacarnos, uno de ellos Onofre empujando una camilla salió conmigo a la calle, la ciudad era un caos, pasó por ahí una ambulancia verde con el escudo del IMSS en los costados, Onofre le hizo señales y la ambulancia paró y casi sin preguntar fui subido y llevado junto con otra enferma, igual que yo poli traumatizada, al hospital de traumatología del Centro Médico del IMSS en ese lugar le informaron al conductor que no estaban recibiendo pacientes porque el hospital tenía daños severos por el terremoto, y fuimos llevados a otra unidad médica así casi en calidad de desconocido Onofre me entregó a los médicos del servicio de Urgencias de Hospital Magdalena de las Salinas donde recibí un trato de primerísima calidad médica y humana. 

En aquellos momentos surgió una relación de gratitud y respeto por la labor que realiza esta noble institución, pude constatar en carne propia la sabiduría y pericia de los traumatólogos de uno de los mejores hospitales de traumatología y ortopedia del país, también la calidez y competencia de sus enfermeras, dietistas y fisioterapeutas. 




Tres largos meses tuvieron que transcurrir para volver a estar de pie y caminar, gracias al apoyo de mi familia, del IMSS y del Hospital ABC donde recibí la rehabilitación pude nuevamente estar de pie y caminar, más las heridas, las cicatrices y secuelas nunca se borraron del todo, en el cuerpo como en el espíritu quedan marcas imborrables, el dolor de las pérdidas humanas, los compañeros y amigos que perdieron la vida, el horror de las mutilaciones, las viudas y los huérfanos, ....las secuelas de la tragedia que el tiempo disimula pero no logra desaparecer del todo.

Hace un año, el el 07 y luego 19 de septiembre de 2017 a las 13:14 horas la tierra volvió nuevamente a estremecerse, un nuevos sismos de 8.1 y 7.1 grados ocurrieron  devastando la Ciudad de México y ciudades y poblaciones de los estados aledaños: Tlaxcala, Morelos, Puebla, Guerrero, Oaxaca, y Chiapas, coincidentemente el mismo día del Gran Sismo del 85 una nueva tragedia telúrica llenó de luto cientos de hogares en todos aquellos lugares donde se dejó sentir la fuerza de la tierra. La placa tectónica de Cocos que embiste a la placa norteamericana y que de cuando en cuando libera la energía acumulada a manera de violentos terremotos. 

En esta ocasión como parte de la brigada de primeros auxilios de mi hospital me correspondió asistir a la evacuación de los pacientes y asistir los casos de crisis de ansiedad que entre la población del Centro Médico causó el fenómeno, afortunadamente sin nada mayor que lamentar.

El pasado 10 de septiembre cumplí 32 años de haber iniciado el ejercicio profesional de la medicina en el Hospital de Oncología, sito en el Centro Médico Nacional Siglo XXI del Instituto Mexicano del Seguro Social, durante más de tres décadas mi quehacer como médico ha sido principalmente institucional, dedicado a los derechohabientes del Seguro Social, entidad que da cobertura social y atención médica a los trabajadores y a sus familias, la clase trabajadora que es la fuerza, el motor que mantiene a flote y en marcha este vetusto y maltrecho navío llamado México. Si bien he ejercido y ejerzo la medicina privada, voluntaria y conscientemente he dedicado mayor tiempo y energía vital a la medicina social.


Desde aquellos tiempos percibí la función social fundamental y necesaria del IMSS en la sociedad del país, y sentí un gran compromiso: a mi decisión y vocación de ejercer el arte de la medicina para servir a la humanidad se sumó la vocación de compromiso social para servir al pueblo de mi país, a la clase trabajadora, al pueblo de México, comprendiendo y aceptando que yo soy pueblo (populus). 





El 10 de septiembre de 1986, a menos de tres semanas de haber tomado estado de casado y a 8 días del aniversario del Gran Sismo de 1985 pisé por primera vez el Hospital de Oncología como médico internista sustituto, adscrito al servicio de Medicina Interna y Nutrición que a la sazón dirigía el Dr. Leobardo Castro Hernández, primer organizador de las áreas de medicina interna, nutrición y terapia intensiva en este hospital. 

En aquella época el Hospital de Oncología se estaba reconstituyendo, reagrupando, posterior a la catástrofe del 85 el Centro Médico Nacional al igual que el Hospital General de México, y el Hospital Juárez  de la Secretaría  de Salubridad resultaron severamente dañados en las estructuras físicas de la mayoría de sus edificios, y el personal médico, paramédico y administrativo fue reubicado en otras unidades médicas del sistema, una vez evaluados los daños y determinado que estructuras eran seguras y funcionales se comenzó una reorganización para poder funcionar como hospital de Oncología, lo mismo ocurrió en otros hospitales del Centro Médico como Especialidades, Cardiología y Pediatría, otros como traumatología y Gineco - obstetricia volvieron a ser rehechos.  

En Oncología  la planeación incluyó la designación lo que se llamó la “columna vertebral” los médicos y personal asignados a cada uno de los servicios fundamentales tanto clínicos, como de diagnóstico y administrativos,  esos fueron mis primeros momento en este hospital.



Personalmente yo vivía una profunda transformación, física, mental y espiritual, había resultado siniestrado durante el terremoto pasado, con fracturas y lesiones múltiples, había pasado largos meses hospitalizado, con cirugías, tratamientos y rehabilitación para poder sanar de las lesiones del cuerpo, pero curiosamente nunca tuve atención psicológica, a mí no se me ocurrió y a nadie de mi rededor.

En esos tiempos trabajabamos en los edificios que quedaron en pie el área de radioterapia, radiodiagnóstico, el área de enseñanza, y la actual consulta externa, que en el segundo piso estaban los quirófanos y en el tercero laboratorios e investigación, los pacientes hospitalizados estaban en el primer piso del hospital de convalecientes, y  urgencias en la planta baja del mismo edificio. 

De manera que durante 6 años nos desplazamos caminando de un sitio al otro entre  escombros, excavaciones, maquinaria pesada y edificios en construcción, pues hubo que demoler los edificios dañados por el sismo, retirar escombros construir y habilitar a los nuevos hospitales que el día de hoy conforman el Centro Médico Nacional Siglo XXI:  los hospitales de Especialidades, Cardiología, Pediatría y Oncología.

El nuevo hospital de oncología fue inaugurado en abril de 1992 y yo pase al servicio de terapia intensiva donde trabajé 12 años, finalmente en mayo del 2004 pase al servicio de urgencias donde permanezco hasta el presente, tengo 32 años de antigüedad, el tiempo ha pasado y he generado los derechos para aspirar a la jubilación, sin embargo el compromiso con la institución y la voluntad y satisfacción de servir a los enfermos cancerosos han hecho que el parto sea difícil, no hay parto sin dolor y dar el paso de la separación me ha costado darlo, sé que nadie somos indispensables y el momento de hacerlo está cada vez más cercano.

Un día miraré esta etapa de mi vida desde otro ángulo, como se mira el valle desde una colina o desde una montaña, con amor, con admiración, con veneración,
 como en éxtasis. 

Que así sea.




Francisco Valdés de la Torre.
Memento Audere Semper


México MMXVIII

1 comentario:

  1. Buenas tardes Dr. Valdez. Muchas gracias por permitirme conocer su historia personal de lo vivido en aquel trágico e inolvidable día que nos ha marcado a muchos. Gracias por conocer la historia del origen actual de nuestro hospital. Y gracias por disfrutar de su modo tan especial y bello de plasmar en letras su experiencia y su amor por su profesión y por ponerla al servicio de quiénes más lo necesitan. Usted es un gran ejemplo a seguir, y es un orgullo coincidir como compañero de trabajo con usted. Gracias por todo, reciba un fuerte abrazo, hasta luego.

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