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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Expectativas del Paciente Respecto al Médico.

(Conversación entre el Dr. R. Peimbert, Dr. I. Cancino y el escribiente)

Los siguientes son conceptos y reflexiones entresacados de una charla que tuvimos el Maestro Peimbert, nacho y el escribiente, una la tarde al término de la consulta particular, en la sala de espera del consultorio que compartimos en las calles de Zacatecas de la añeja colonia Roma, de pronto se me ocurrió hacer la siguiente pregunta:

“¿Qué es lo que esperan los pacientes hoy día del médico que los atiende?"

La respuesta fué como una lluvia de ideas:

Sabiduría
Que el médico sea sabio, que sepa lo que esta haciendo, que este actualizado en las mejores técnicas de diagnóstico, de la cirugía y tratamientos, no solo los últimos y más modernos sino en los mejores y que los sepa aplicar y los aplique cuando así sea necesario hacerlo.
Pulcritud y Limpieza
En su persona y en su vestimenta. Esto debe hacerse desde la residencia médica, se ve en algunos hospitales como los médicos residentes lucen impecables, hasta parece que los escogen. Que esté estrictamente prohibido echar taco en el consultorio. El médico debe reflejar limpieza en todas sus acciones.
Prontitud en la Atención
Que lo que haga lo haga con una presición matemática, presición en las acciones de diagnostico y presición en el tratamiento, por supuesto la indicación quirúrgica y la cirugía deben ser igualmente precisas. Que la referencia a los servicios sea expedita.
Humanismo
Que se interese en el paciente como ser humano, hay que recuperar el humanismo que se observaba en el médico formado en la antigua escuela de medicina y en el Hospital General, el humanismo nacido con la ilustración y revolución francesa con los ideales de libertad, igualdad, fraternidad. Esto se perdió con los nuevos programas de estudio anglo-sajones donde los norteamericanos nos vendieron la idea de las especializaciones, ahora el medico sabe mucho de poco y ha perdido la visión integral del ser humano. Al perder la clínica ahora el médico quiere que el diagnóstico se lo de una máquina, o un estudio.
Comunicación
Que informe al paciente sobre su enfermedad, que aclare sus dudas, que le diga todo sobre su enfermedad sea lo que sea, sin amarillismos, que no actúe como cierto médico que le dice al enfermo: “le tengo dos noticias una buena y una mala… la buena es que ya sabemos lo que tiene, y la mala que lo que tiene es incurable…”. El enfermo viene al médico con la esperanza de curarse ó por lo menos aliviar su sufrimiento.
Calidez
Si a todo esto el médico le agrega modales finos y buen trato el paciente tendrá la impresión de haber recibido una atención de primerísima calidad. Si el médico agrega interés y calidez estará siendo él mismo más humano y no una máquina ya que la condición de paciente es horrenda mi doctor!, sobre todo cuando el trato es inhumano y hay demora en las acciones médicas.
Colofón
Nomás me quede pensando… me parecieron razonables estas consideraciones, no parece mucho pedir, en verdad eso mismo es lo que uno querría para sí mismo o para alguno de nuestros seres queridos en caso de estar en tal situación -toco madera- gracias a Dios no estoy enfermo, o no lo sé y nomás de pensarlo me corre un escalofrío por la espalda.
¡Lo que sentirán los pacientes cancerosos del Hospital de Oncología!
Seguramente hay muchas más expectativas de los pacientes respecto a sus médicos, sin embargo hasta aquí dejamos la charla y nos despedimos deseándonos mutuamente un buen fin de semana.

Sabiduría, pulcritud y limpieza, prontitud y precisión, humanismo, comunicación, calidez, eso es lo que se nos pide y es justo, o no?

Francisco Valdés de la Torre
Memento Audere Semper




martes, 2 de noviembre de 2010

Muerte en Samarkanda



Muerte en Samarkanda
A propósito de la Celebración del Día de Muertos en México

In Memoriam,  Víctor Manuel Lira Puerto


Hoy se celebra en México el "Día de Muertos" o de los fieles difuntos. Como la muerte tiene diversas maneras de ser vista no quise dejar pasar esta oportunidad de hacer un aporte, sencillo, a reserva de que en el futuro regrese sobre el tema de la muerte. El escrito a continuación lo redacte durante la convalecencia de una intervención quirúrgica a la que fui sometido de urgencia en mayo pasado. Pero, basta de preámbulo, mejor léanlo, valen comentarios.


Hace diez días fui intervenido quirúrgicamente del abdomen por un hematoma subcapsular esplénico y hace seis días fui dado de alta. Estoy convaleciente en casa de mis padres. Ser paciente no es lo que mejor se le dé a un médico acostumbrado, como estoy, a estar del “otro lado” a ser el “Doctor”. En cambio de este lado todo se ve diferente, por ejemplo la aguja hipodérmica se mira enorme, por más que le digan a uno que “solo es un piquetito”. Sin embargo es buena la experiencia ya que el dolor y el sufrimiento son pedagógicos, nos enseñan a valorar la salud y todo lo bueno que la vida nos da, a los médicos nos da la oportunidad de comprender mejor a nuestros pacientes.


Especialmente las noches de un enfermo son difíciles, por la noche se recrudecen los dolores, se presentan pesadillas, se padece de insomnio, asaltan las dudas sobre el futuro, sobre la recuperación, también sobre la posibilidad de la propia muerte; la noche de un enfermo es una larga noche, rara vez el sueño es continuo, se duerme a intervalos, a ratos, cuando no es una dolencia, es la necesidad de orinar, de cambiar de posición, hasta la expulsión de gases le recuerda el enfermo su condición y se hace con molestia, con dolor, todo ello nos hace valorar las cosas simples de la vida, hasta el respirar en ocasiones es difícil y molesto, sea porque se tiene dolor, sea porque el vientre esta hinchado y distendido, sea porque se tiene un cólico.



A veces no se quiere uno ni mover, pero se tiene que mover. La vida es movimiento constante, el latido cardíaco y la circulación sanguínea, desde el nacimiento hasta la tumba, son un movimiento continuo cuando cesan sobreviene la muerte; también se mueven los pulmones impulsados por el batir y rebatir del diafragma haciendo fluir y refluir el aire vital; se mueven las vísceras, ¡Ay, sí que se mueven! con dolorosos cólicos que desplazan esos fluidos; fluye la orina y ¡ay que dolor! al momento del vaciamiento de la vejiga urinaria; la enfermedad agudiza nuestros sentidos y la auto-percepción. Estar convaleciente nos hace comprender y percibir los fenómenos vitales más simples, para todo ello se tiene el tiempo, cuando se está enfermo.


A tanto estar despierto durante esas largas veladas nocturnas comienza uno a poner atención en los ruidos de la habitación, los ruidos de la calle, los ronquidos, algunos crujidos de las ventanas que al bajar la temperatura se acomodan. Los ruidos de la casa, con el contraste del silencio circundante, se magnifican y de pronto comienza uno a ver sombras que pasan fugaces, creemos ver “algo” y nos acurrucamos bajo las cobijas, nos cubrimos con las mantas hasta las orejas, nos asalta la duda si realmente se vio pasar algo o alguien, aparecen los temores infantiles (que no por infantiles atemorizan menos). Me pregunto, ¿Será acaso la muerte que anda rondando? o ¿Serán la ánimas de los abuelos? o mi padre en pena. Tal vez la del bisabuelo, cuyo retrato enseñorea la sala de la casa paterna. En la oscuridad vagan siluetas silenciosas, escurridizas, indefinidas. Hay el temor de en cualquier momento, verla a ella la huesuda, con la guadaña en la siniestra y pelar la mazorca llena de dientes, esa perenne sonrisa que parece burlarse de nuestro miedo ante el encuentro inevitable, incierto pero seguro. No por sabida o esperada la llegada de la ciriaca deja de causar sobresalto, siempre nos sorprende, supongo será por ese temor innato a ella, será porque se tiene la esperanza de se lleve a otros antes que a uno, aún podemos llegar a tener la esperanza de que nos le olvidemos, así que cuando llega siempre causa sorpresa, miedo, angustia, dolor, a veces rabia y frecuentemente llanto.


Estaba durmiendo, a la hora de maitines (la madrugada de los monjes) sonó el teléfono celular y desperté, era un mensaje, leí: “Misa en memoria del fallecimiento del Dr. Víctor Manuel Lira Puerto – jueves 6 de mayo 8 PM – iglesia…”. Quedé sin habla, petrificado, !Vaya…! ¡El árbol de la oncología mexicana ha perdido otra de sus ramas!. El Dr. Lira Puerto se había jubilado hace algunos años siempre será considerado y recordado como un pilar de la oncología médica en nuestro amado Hospital de Oncología: Víctor Manuel Lira Puerto fue un médico entusiasta, inquieto investigador clínico, humanista convencido, formador tesonero de jóvenes médicos oncólogos. Como hombre siempre mesurado y correcto, un caballero en toda la extensión de la palabra y buen amigo, ¡Descanse en paz!.


Quedé cavilando, con los ojos abiertos, mirando hacia la penumbra, esas sombras, esas siluetas no eran ciriaca rondándome, de haber sido ella no habría dudado en presentarse tal cual, directa y franca, como relata la leyenda de La Muerte en Samarcanda que narro a continuación:
Cuentan los que saben y han tenido una larga vida que..... caminando por un mercado de Persia Salim, un camellero de unos cincuenta años, se encontró de manos a boca con la muerte, de frente, tal cual, solo cubierta con un manto raído y la hoz en la huesuda mano siniestra. 
Allí estaba ella parada en una esquina, por supuesto que Salim se puso inquieto al ver que mujeres con el rostro cubierto pasaban junto a la parca sin notar su presencia, lo mismo sucedía con otros camelleros y comerciantes que casi la arrollaban a su paso y ni se inmutaban, parecieran no ver lo que Salim estaba mirando. 
El hombre se mesó la barba, se frotó con el dorso de las manos los ojos, sacudió la cabeza y volvió a mirar, ella seguía allí inmóvil, sin hacer ningún ademán o siquiera la menor intención de entablar comunicación; pasó un chiquillo jugando con un aro junto a ella, como si nada; los mismos perros del zoco riñendo por un hueso de cordero que Ibrahim, el carnicero, había arrojado, no parecieron notar su presencia.

Salim recordó las consejas de su abuela Saima: “solo el que va a morir puede ver el rostro de la muerte, para los demás es invisible…”.  En ese momento el buen Salim comprendió el significado de aquel encuentro, entonces era él, ¡La muerte venía por él!, pensó. 
Había llegado su hora, pero no..., no podía ser él, se dijo, él aún era un hombre fuerte y sano, hasta donde podía conocerse, tal vez las historias de la abuela Saima estuvieran equivocadas. De cualquier manera él tenía la fuerza vital para tratar de evitar aquel encuentro. 


Rápidamente, Salim, cambio de rumbo y se dirigió a través de bazares, tenerías y tiendas de especias, por callejones, pero al salir a una explanada ella estaba ahí, de pie, tranquila y serena, tampoco en esta ocasión intentó la parca hacer algún contacto con el camellero. Salim regresó sobre sus pasos y rápidamente se dirigió a la mansión de Abdullah, un rico comerciante, amigo suyo y le suplico le prestara el más rápido de sus caballos, de pura raza Árabe, pues tenía que salir a toda prisa de Suxa a una diligencia urgente, sin cuestionarlo Abdullah ordenó al caballerango le entregara el mejor corcel de su cuadra.


Salim montó el poderoso animal y salió a todo galope rumbo al levante, cuando en el horizonte se perdieron los minaretes de la Gran Mezquita de Suxa el infeliz camellero se sintió un poco aliviado en su corazón. 


Continuó galopando durante cinco días con sus cinco noches hasta llegar a Samarkanda, allí se dirigió a un caravasar donde entregó al caballo para que se le diese de comer y de beber y él mismo se dirigió a la posada para tomar algún alimento y descansar. 
De pronto, al atravesar el patio principal del caravasar Salim la vio junto a la fuente del agua, ahí estaba ella tan fresca y tranquila como sin nada, Salim casi topa con ella y lo primero que acertó a decir tartamudeando fue: 


- “Me sorprendió…, me sorprendió encontrarte el domingo en Suxa…!” 


y ella le respondió con una voz cavernosa, como salida del más allá, 


- “A mí también me extrañó verte en Suxa, porque nuestra cita es hoy viernes, aquí... en Samarkanda...!”


Salim no intentó oponer ya más resistencia, la última imagen que quedó grabada en sus pupilas fue la silueta de las palmeras de un oasis cercano, recortadas por un cielo azul limpísimo, movidas suavemente por la brisa del simún... Fin.


A la memoria del Dr. Víctor Manuel Lira Puerto, acaecida el cinco de mayo de 2010. Requiescat in pace.



Francisco Valdés de la Torre
Memento Audere Semper



México MMX