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POEMARIO: LAS HOJAS SECAS








Las Hojas Secas

In Memoriam

Cruje la hojarasca al ceder bajo nuestros pasos rítmicos y constantes,
sonidos del campo que me remontan a épocas de vagancia y solaz;
era otro el paisaje, otros los árboles: los cuerámos, las ceibas, las parotas…
en los montes y parajes de Quenchendio… la palabra y el lugar con magia, 
escenario de mis primeros pasos, testigo de mis más antiguos recuerdos.


Quenchendio…el altar de nuestros ancestros, venerado por mi padre;
en lengua purépecha: lugar que se eleva suavemente entre montañas,
enormes y majestuosas simas, sólidas moles, colosos de roca calcárea,
eternos guardianes de la historia, sitio místico donde habitan los espíritus
de la noche, del coyote, del murciélago, del tecolote, los nahuales tutelares.


Los sonidos de la hojarasca, quebrándose al pasar, también me transportan 
a  esas largas caminatas bajo los viejos y frondosos árboles de mango, 
el tapete de hojas era grueso y mullido más no por ello menos sonoro, 
y al borde del huerto, claras y cantando siempre las aguas de un arroyo, 
¡Ah cuantas veces apague mi sed bebiendo en ese dulce y fresco torrente!


En el corredor embaldosado, inclinado sobre su escritorio mi padre trabaja;
salgo a caminar por el platanar, la hojarasca suena suave y diferente,
la hoja de plátano si bien grande y larga –como parasol- es delgada,
la humedad del ambiente la hace menos sonora y crujiente; me atemorizan
la muralla y las ruinas del viejo trapiche, en las sombras vagan apariciones.


Camino bajo la fronda de los tamarindos, el frescor del lugar es incomparable,
bajo las copas rezumba un enjambre de colibríes cuando la floración de mayo;
contiene la hojarasca las florecillas y las hojas caídas, pequeñas y ovaladas,
la alfombra es tersa, el pie apenas levanta un leve murmullo, como un secreto,
cuenta historias de pasadas gestas heroicas, de Rivapalacio, de Maximiliano


Sin saber cómo el tiempo implacable ha transcurrido, es la hora del regreso,
encamino mis pasos por la vereda, asciendo por la loma jadeante, sudoroso;
los rayos del sol poniente incendian de naranja el barro del tejado, los adobes;
los sonidos de la tarde animan la jornada, a lo lejos un peón de campo canta,
llego a la vieja casona, de pie junto al pilar, mi padre me aguarda para la cena.



A la memoria de mi padre el Ing. Francisco Valdés Benítez, requiescat in pace.
Se elevó en la ciudad de México, Distrito Federal el 11 de abril de 2007.

Francisco Valdés de la Torre

Memento Audere Semper