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sábado, 15 de julio de 2017

La Montaña


La Montaña

El Maestro ha dicho: cada vez que se lee el texto hay un aprendizaje diferente debido al nivel de consciencia ascendente del discípulo.

Así la montaña, cada vez que se sube hay una enseñanza diferente, las primeras veces se va por curiosidad, luego se visita por el placer que se descubre en la contemplación de la naturaleza, luego el montañero la procura por ejercicio físico del cuerpo, luego los más ambiciosos anhelan el reto de alcanzar la cumbre, finalmente el verdadero buscador sabe que en la montaña se da el encuentro con Dios, con el Absoluto que mora en nuestro interior, con nuestro verdadero Yo.

La enseñanza de la montaña permite comprender lo frágil del cuerpo y de la vida humana a la par que nos descubre nuestra vinculación estrecha con el Todo. En la soledad del arduo ascenso se da este encuentro, el encuentro con uno mismo, con el ser desvalido y lleno de limitaciones que en realidad somos frente al poder inamovible y eterno de la majestuosa montaña.

La montaña nos enseña a ser humildes pero perseverantes, enseña a atreverse al siguiente paso, pero preparados para afrontar los riesgos del sendero.
Llegar a la cumbre significa la conquista de los propios temores y debilidades, físicas y anímicas, se conquista a uno mismo no a la montaña, ella ha estado allí desde la eternidad, su misión es ser maestra, nos revela el verdadero Yo.

Pero el aprendizaje no termina allí, desde la cumbre podemos vernos allá abajo, como nos arrastramos y guerreamos por un pedazo de tierra por un mendrugo de pan, con la pequeñez de hormigas, tanteando el camino como orugas, con miopía.
En la cumbre la visión se amplía, se ensancha el horizonte y la Tierra se une con un cielo claro y estrellado, entonces sabemos que pertenecemos a un vasto Universo, somos uno con el Infinito, con el Absoluto, entonces comprendemos de donde venimos y a dónde hemos de regresar.

Le llamamos Padre, pues somos sus criaturas, somos uno con Él, Él que lo es Todo, el Todo inconmensurable y magnífico.

Es entonces el momento de dar gracias por todo el bien recibido, ahora un resplandor ilumina la consciencia, es la Luz inextinguible que surge desde el Interior.



Francisco Valdés de la Torre
Memento Audere Semper










México MMXVII