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domingo, 19 de septiembre de 2010

“Prometo No Olvidar a Mis Amigos”

Estas reflexiones las hice hice el año pasado, cuando aún no contaba con este espacio de comunicación. Ahora a 25 años del suceso os las comparto.

“Prometo No Olvidar a Mis Amigos”
A 24 años del Gran Sismo de 1985

Hace 24 años, en la Ciudad de México, un jueves 19 de septiembre de 1985 a las 07:19 a.m., ocurrió un Gran Sismo que alcanzo 8.6 grados en la escala de Richter. La tierra se sacudió con violencia inaudita, durante algunos minutos se libero una gran cantidad de energía devastadora, estrepitosamente cayeron las construcciones sobre sus moradores. El resultado: pérdidas humanas y materiales a todo lo largo y ancho de la gran metrópoli, contándose por miles las casas y edificios dañados o destruidos y por miles los habitantes de la ciudad siniestrados, muertos o traumatizados, que entre la población dejo la ola de devastación en todo el Valle de México.
La comunidad médica, se vio lastimada en gran manera, sufriendo daños severos los nosocomios insignia como el Hospital General de México, el Centro Médico Nacional del IMSS y el Hospital Juárez, donde cientos de médicos y enfermeras perdieron la vida , resultaron lesionados ó desaparecidos. En breves minutos el terremoto cambio la faz de la ciudad y en breves minutos también cambió la vida de miles de personas y sus familias.
En ese entonces yo estaba realizando el tercer año de la especialidad en Medicina Interna en el “General”, era el cuarto año que vivía en la habitación 406 de residencia de médicos del Hospital General de México, compartía habitación con José Luis Zapett Tapia, residente de tercer año de cardiología, y dos residentes de anestesiología, Enrique Guadarrama y Giorgio Borgetti.
Con José Luis nació la amistad ocho años atrás, nos conocimos a mitad de la carrera de medicina, trabajábamos como enfermeros en el Instituto Nacional de Cardiología, y nos volvimos a encontrar, tiempo después, en el “General” durante los primeros años de residencia, surgió una amistad genuina y franca, de respeto y admiración mutua, tanto así que comenzamos a llamarnos “compadre” entendiendo que éste es un vocablo que hermana a los individuos en la paternidad, los hermanos biológicos lo son por accidente, los compadres lo son por elección. Estábamos en trámites de becas para continuar estudios de postgrado en Europa, yo había recibido cartas de aceptación del Dr. Bernard Amor, Reumatólogo de Paris y José Luis había sido aceptado en un Hospital cardiológico de Montpellier. Esa mañana José Luis llegó como a las 07:10 A.M. para ponernos de acuerdo a fin de que al término de la jornada acudiésemos a la embajada Francesa a realizar trámites, estábamos conversando cuando todo empezó a moverse, yo sujete una pecera que tenía cerca, por el temor de que cayese -tan fuertes eran las sacudidas-, tratábamos de tranquilizarnos diciéndonos que el temblor de tierra pasaría pronto, no fue así por el contrario aumento la violencia y frecuencia de las sacudidas e instantes después vi como caían de un librero los libros, entonces pensé “a caray esto si que esta fuerte” y enseguida el edificio se desplomó, ya no pude ver nada, solo sentí como una fuerte mano que golpeaba mi cabeza y espalda al ir cayendo en secuencia los ocho pisos de la residencia de médicos, un estruendo seguido del ruido de ladrillos y losas, polvo y oscuridad, luego los ayes de dolor y gritos, las voces tratando de localizar a los compañeros y amigos, tratando de hacer contacto por la voz ya que estábamos atrapados bajo la mole de escombro. Un dolor agudo e intenso me atravesó la pelvis, estaba en posición de “Split” con el tronco echado hacia adelante y sobre mi espalda una pesadísima trabe, que me impedía todo movimiento. Una vez pasada la fase de sacudida y asentados los escombros siguió otra de alarma y sorpresa, entre los quejidos y lamentos se escuchaban voces excitadas y gente corriendo. Con mi compadre nos hablamos, nos preguntamos como estábamos, el dolor en la espalda y pelvis era insoportable y así se lo expresé, calmado como era mi compadre José Luis me tranquilizó diciéndome que confiara en que pronto seríamos rescatados: “Calma compadre…” y no le volví a escuchar más.
El tiempo me ha enseñado que la vida así es, nada nos pertenece, todo nos fue dado: lo material, la salud, los amigos, la vida misma y todo ello un día nos dejará, por tanto hay que vivir cada día con entusiasmo y alegría, sin amargura.
El pasado no se debe olvidar, pero sé que no hay que vivir en el, lo que no acaba contigo te fortalece y mi ganancia de todas esas vivencias es incuantificable, solo sabe lo que significa estar gravemente enfermo y lo que se experimenta en esa situación quien lo vive y en ese sentido mi ganancia es doble: sobrevivir a la catástrofe y la experiencia de vida que fue enriquecedora, más aún siendo médico.
Esta fecha es y será muy especial en mi vida, soy un privilegiado de Dios y por tanto siempre estoy agradecido con el Señor por haberme dado la oportunidad de continuar; sé que mi vida cambió mucho y aprendí a valorar más lo que tengo: vida, salud, intelecto, familia, amigos, trabajo, un cosmos maravilloso para explorar, en ese orden.
El fracaso –si así quiere verse a estar siniestrado- es pedagógico, enseña con la pedagogía del sufrimiento a ser humilde y a ver la vida desde otros ángulos, del otro lado, del lado del enfermo, creo que me sirvió mucho para conocer y comprender el dolor físico, moral y espiritual que se padece cuando uno está postrado en una cama, impotente para todo y dependiente de los demás también en todo, no solo duele el cuerpo y las heridas, también hay miedo, angustia, incertidumbre. Se experimenta todo ello en soledad, pues se pierde la confianza que uno solía tener, después de todo ni la misma tierra que uno pisa es sólida ni mucho menos estable.
En esas circunstancias también se aprende lo que es la solidaridad humana, el valor de los amigos, la compasión y por supuesto también el miedo, la incertidumbre del futuro y el dolor en todas sus dimensiones.
Creo, sinceramente, haber salido fortalecido de la experiencia y solo lamento la ausencia de algunos de los que allá quedaron, por eso la primera oración que exprese fue “Prometo no olvidar a los amigos”. Los años han pasado, la ciudad se ha recuperado, los edificios, casas y hospitales se han vuelto a edificar; los huesos rotos y las heridas han sanado y muchos –aún familiares- han olvidado lo ocurrido. Más nosotros los que entonces estuvimos ahí, ya no somos los mismos. En la existencia de una persona hay sucesos que le marcan, para bien o para mal, para mi este cataclismo fue un parte-aguas, el antes y el después. En mi caso el balance es positivo, creo que fue para bien, pero lo que nunca comprenderé son las vidas y las ilusiones truncadas, tal vez la respuesta sea esta: la vida es como es y no esperes que la vida sea justa.
Hace tiempo que he estado recordando a la familia de mi amigo, pero he tenido un no sé cómo llamarlo, tal vez un temor de remover la herida, la de ellos y la mía propia, más no se puede uno pasar la vida huyendo de los recuerdos y es por ello que hoy rompo el silencio de años.
Comparto algo que escribí hace algun tiempo, a veces la mente sepulta los sucesos que le lastiman y prefiere tratar de olvidarlos, bien sé la grandísima tragedia que el hecho representó para todos nosotros, los de entonces.

Ciudad de México, Distrito Federal. A 19 de septiembre de 2009.

FVT

Memento audere semper

2 comentarios:

  1. Hola Francisco:
    En verdad el dolor físico que te hizo ante la vida y la profesión médica un ser más humano, por ésto último es glorificante.
    Sólo quien ha vivido un holocausto puede valorar en todo su esplendor la vida, los seres queridos y la naturaleza de la que nos vemos rodeados.
    Sólo importa el "AQUÍ Y AHORA", todo lo demás es vana presunción.
    Para mí el recuerdo de Zapitto y tú es y será muy querido, por haber sido ambos mis mentores como residente rotatorio en el servicio de Terapia Intensiva, donde compartieron conmigo no sólo sus conocimientos y su estímulo al estudio, sino lo más invaluable: momentos de amistad incondicional.
    Con mucho cariño
    Pilar Calzado

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  2. Gracias por tu cometario Pily, saludos.

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